Correr para adelgazar, ¿acierto o error?

Continuamente me encuentro con clientes desesperados porque no pueden llegar a perder “esos pocos kilos que me sobran” y eso que “me mato a correr”. Bien, antes de desarrollar éste artículo, en el cual explicaremos esa dificultad para perder peso aún realizando muchas horas de ejercicio aeróbico, aclaremos una cosa bastante obvia pero muy importante: cada cuerpo es un mundo y cada uno tiene su propia genética. Es muy posible que lo que a uno le funcione, al otro lo hunda y viceversa. Todos conocemos a alguien que empieza a correr veinte minutos tres veces a la semana y pierde peso en un mes. No es lo normal, en absoluto, pero puede pasar. Partiendo de esta base, pasemos a explicar por qué hay mucha gente que no adelgaza aunque corra más que Forest Gump. 😉

Nuestro cuerpo es una máquina, posiblemente la más perfecta de las que se conocen y sin duda mucho más avanzada que cualquier máquina construida por el hombre. Realiza unos procesos y adaptaciones automáticas que son la envidia de cualquier ingeniero o informático. Algunos de estos procesos son los culpables de que nuestro amigo de la siguiente foto, que lleva completadas doce maratones (es un supuesto), tenga prácticamente la misma figura que cuando empezó.

Así es; por norma general, cuando empezamos a intentar perder peso a base de correr, nuestro cuerpo reacciona de la siguiente manera:

– Sorpresa: ¿qué está pasando? No corríamos desde que éramos unos niños… Estamos acostumbrados a consumir cuatro mil calorías al día y a gastar quinientas a lo sumo! 😉

– Pérdida de peso inicial: a raíz de esa sorpresa, nuestro cuerpo se desprende de algo de grasa, pues el gasto energético está siendo superior al aporte calórico. Llegan las primeras alegrías, pues empezamos a notar efectos positivos y la decisión de la mayoría es: «seguiré corriendo, funciona.»

– Adaptación: la máquina reacciona. Se hace mucho más eficiente. No quiere perder lo que es suyo, por lo que se adapta, reserva las grasas. Lo que antes eran trescientas calorías quemadas en media hora de carrera más otras tantas durante unas horas después, se convierten en las mismas trescientas durante el ejercicio pero cada vez menos después del mismo. Además por los procesos de obtención de energía de «nuestra maquina», durante sesiones largas de ejercicio aeróbico también «consumimos» masa muscular. Esto hace que sigamos notando la pérdida de peso al subirnos a la báscula y que la mayoría antes mencionada se enganche aún más a correr «como pollo sin cabeza».

Al final del proceso nos encontramos con que, o bien somos el típico runner popular que no termina de quitare esos kilos de más o bien nos hemos convertido en el «ultracorredor» que sí ha perdido esos kilos junto con unos cuantos de masa muscular, daño colateral inevitable. Todo esto, y lo repito, no es un dogma inamovible, pues siempre habrá personas con una genética o un metabolismo más eficiente que otros.  La siguiente cuestión que supongo se os viene a la cabeza, a no ser que vuestro objetivo sea convertiros en uno de esos «supercorredores», es: «entonces, qué hago, ¿dejo de correr?». Evidentemente la respuesta es no. El ejercicio aeróbico es extraordinario y desde este blog jamás lo desaconsejaremos. Pero quizá debamos cambiar un poco, por no decir del todo, nuestra forma de entrenar. Si queremos perder peso de manera saludable y compensada debemos de incluir una buena rutina de musculación. Los que hayáis leído mi artículo sobre el entrenamiento y las mujeres (https://myworkoutsystem.wordpress.com/2015/05/03/las-mujeres-y-el-entrenamiento/) ya sabéis la explicación, y es que el mejor devorador de grasa que tenemos en nuestro cuerpo es el músculo. Una persona con más masa muscular que otra siempre quemará más grasa haciendo exactamente la misma actividad.

Otra cosa que podemos hacer, es corregir un error que casi todos los que nos lanzamos a adelgazar a base de ejercicio aeróbico cometemos. Y es el efecto «me lo he ganado». Continuamente se oyen comentarios del tipo «hoy me voy al McDonald’s que he corrido diez kilómetros y me lo he ganado», yo soy el primero en hacerlos.  Si juntamos la mencionada eficiencia de nuestra máquina con esto, vemos que acabamos quemando menos calorías de las que pensábamos corriendo y encima «sobrecompensamos» esa pérdida comiendo más -y generalmente peor- de lo que deberíamos.

Por último, algo fundamental: introducir en nuestra rutina entrenamientos interválicos de alta intensidad, tanto con ejercicios de musculación como con ejercicios en base a carrera o bicicleta. Este sistema de entrenamiento favorece un gran consumo de oxígeno post ejercicio (EPOC) durante un tiempo muy prolongado, ayudándonos a conseguir nuestro objetivo.

Ya hemos visto la base teórica de por qué hay tanta gente con dificultades para obtener la figura deseada practicando sólo ejercicio aeróbico y ya hemos visto también cómo podemos mejorar nuestros entrenamientos para conseguir nuestros objetivos. Espero que éste artículo os ayude a planear mejor vuestra rutina de ejercicio y a no salir a correr como alma que lleva el diablo sólo por perder peso. Y como siempre, ya sabéis, cualquier opinión, comentario o experiencia serán bienvenidos! Go!